martes, 12 de abril de 2011

Ser amable





La amabilidad.
La amabilidad es la manera más sencilla, delicada y tierna de hacer realidad un amor maduro y universal, libre de exclusivismos. Amabilidad se define como “calidad de amable”, y una persona amable es aquella que “por su actitud afable, complaciente y afectuosa es digna de ser amada”.
Una persona amable es aquella que escucha
con una sonrisa lo que ya sabe, de labios de
alguien que no lo sabe.
Alfred Capus
Al hablar de amabilidad, sin duda hemos de referirnos también al amor, pero es preferible tipificar a la amabilidad como valor por su carácter más concreto de actitud, de rasgo firme y definido de la persona que ama. El amor es una palabra demasiado grande, universal y genérica en sus formas -léase tema-


No existe una cosa concreta llamada amor, sólo existe en acto de amar expresado en actos de dar, respetar, considerar a los demás, aceptarles, procurar su felicidad, alegrarse con sus progresos... En definitiva, llevar a la práctica una disposición afectuosa, complaciente y afable que no tardará en convertirse en firme actitud, que nos predisponga a pensar, sentir y comportarnos con amabilidad. Cuando lo previsible, lo normal en una persona sea comportarse de forma afable y afectuosa, es porque la amabilidad ha adquirido la categoría de “valor”.
Solemos olvidar que amable significa “digno de ser amado”; que amable es el que se comporta de un modo determinado siempre impulsado por un sentimiento puro. Que se trata por tanto de una conducta que no se agota por sí misma, sino que tiene como origen mover a los demás a comportarse con nosotros proporcionalmente sin buscar en ello la finalidad.


La verdadera amabilidad es la que surge de los sentimientos, la “otra” amabilidad, la más común, es la que tiene que ver con las formas y con las normas de conducta. Ésta solo sirve para seguir la corriente de lo que es socialmente aceptado, pero aporta poco más que una máscara.
La amabilidad es siempre un claro exponente de madurez y de grandeza de espíritu, dado su carácter universal, integrador y de cálido acercamiento a los demás seres de la creación, con los que se siente hermanada toda persona amable.
“El amor que yo viva en mí de mí es la medida del amor con que puedo amar a cualquier otra persona. El problema está en que yo me encierro en el amor que vivo en mí y excluyo a los demás”
A. Blay.


Hemos visto que la amabilidad como valor es una actitud, un modo habitual de ser y comportarse, afectuoso y complaciente de toda persona que es digna de ser amada. El que ama practica su amor, lo hace realidad y lo exterioriza fundamentalmente mediante la amabilidad. No confundamos actos de amabilidad, circunstanciales y transitorios, con la amabilidad como actitud y valor, sentido y deseado. Todos podemos ser “amables” en ocasiones y por diversos y hasta oscuros fines, pero no es a esta “amabilidad” de conveniencia a la que nos referimos, sino a la amabilidad como valor, como disponibilidad permanente, libremente asumida y ejercida.
Pero la amabilidad es planta delicada que sólo germina en “terrenos”, “climas” y condiciones especiales. El terreno más indicado es el hogar y poco después la escuela. El clima y las condiciones especiales de una educación para la amabilidad que ha de proporcionar el medio educativo en que se desenvuelve el niño durante la infancia y la adolescencia debe aportar y despertar los siguientes sentimientos positivos:
AFECTO: Sentirse aceptado y amado con sus cualidades y defectos. Percibir que sus padres y educadores han escogido amarle y respetarle.


ALEGRÍA COMO HÁBITO: Mostrarse satisfecho de vivir, de amar, de compartir el tiempo con el educando, en una actitud divertida y desdramatizadora. Reír en familia con frecuencia y contagiar la alegría sin reservas.


CONFIANZA: Creer en su capacidad, en su bondad, en sus actitudes, permitirle que se equivoque y transmitirle siempre el mensaje de que puede vencer las dificultades, que seguiremos cerca para ayudarle, que con su esfuerzo e ilusión conseguirá lo que se proponga.

ACEPTACIÓN: Dejarle ser persona, valorar su singularidad, estimularle a pensar por si mismo, pero con honradez y respeto a los demás. Recordar las palabras de Kabil Gibran. “Tus hijos no vienen de ti, y aunque estén contigo no te pertenecen. Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos...”






SEGURIDAD: Manteniendo una actitud coherente que le permitan a él educándolo conocer nuestras reacciones y saber a qué atenerse. Pero la seguridad le viene al niño, sobre todo, del ejemplo de normalidad y naturalidad en el trato diario y de comprobar que los adultos sabemos reconocer nuestras limitaciones y defectos, aunque no por ello desistimos en el empeño de ser mejores cada día. Vernos humanos, limitados y capaces de pedir perdón, les da seguridad porque nos sienten más cerca de sí mismos, más a su alcance.
Debemos tener presente que amabilidad es la palabra dulce que anima, levanta, consuela y fortalece, así como el rocío refresca y embellece las plantas marchitas. La amabilidad es afabilidad en la conducta, naturalidad en el obrar, paz en el semblante, benevolencia en la mirada. Se comunica y trasmite de un solo corazón a los corazones de una familia o comunidad entera como la fragancia de una flor que se difunde en derredor del lugar donde florece.

domingo, 10 de abril de 2011

se tu mismo



¡Sé tú mismo(a)...!
No intentes ser como tu amigo (a),
como tus padres, como tu hermano(a).
No quieras ser el reflejo de nadie,
que los reflejos son sólo eso, y dejan de ser auténticos...

Eres un ser independiente,
con tus propias señas;
nadie es igual que tú.
De todos absorbe las cosas buenas,
¡ las cosas malas, deséchalas !

Eres especial; único en tu clase.
Todos tenemos defectos,
como sabrás, nadie es perfecto,
pero cada uno de nosotros
tiene algo hermoso que compartir.

Vive con optimismo,
con fe y confianza;
la vida es sólo una
y se va tan rápido,
que no la vemos pasar...




Todo tiene sus altas y sus bajas;
camina con pie firme; pisando fuerte.
Mirando hacia el futuro,
con la esperanza de que alcanzarás
todo lo que te propongas,
pero debes hacerlo guíado,
no por lo que digan los demás,
sino por lo que tú quieres ser y lograr.

Si ves que los demás tienen algo que quisieras tener...no te deprimas; tienes dones especiales que posiblemente ellos quisieran tener y sin embargo, quizás, tú no los valoras...

Entonces, ¿por qué no unir las fuerzas para hacer un mundo mejor?
¡y sobre todo, siendo tú mismo(a)...! 



cuando te sientes mal: sonríe



1. Sonreír no cuesta nada y causa gran provecho.

2. Sonreír ayuda a mantener el buen humor, ayuda a la salud, a embellecer el rostro y a despertar buenos pensamientos 
         3. Sonreír enriquece al que recibe esa sonrisa, sin empobrecer a quien la ofrece.

4. Nadie es tan rico que pueda pasarse, sin sentir la necesidad de sonreír.

5. Y nadie es tan pobre que no puede hacer un obsequio con su sonrisa. 
       6. Sonreír puede desterrar el aburrimiento y despertar la creatividad y el entusiasmo en las personas que se sienten opacadas, acomplejadas.

7. Sonreír es un verdadero antídoto, que la naturaleza tiene en reserva para todos y sin embargo una sonrisa es algo que no se compra, ni se presta, ni se roba, porque únicamente tiene valor en el preciso momento que se regala.

8. Si ves que te rehusan una sonrisa que creías merecer, sé generoso y ofrece la tuya. Nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como aquel que no sabe sonreír a los demás.

9. Sonreír aleja al más cobarde de todas las tentaciones, el desaliento.
                                                                    
10. Sonríe hasta que notes que tu severidad se haya desvanecido.

¡Que no se desperdicie esa alegría fruto de tu amable sonrisa!