sábado, 14 de mayo de 2011

Ser envidioso



QUÉ ES LA ENVIDIA Y QUIÉN ES EL ENVIDIOSO?? Existe envidia cuando queremos lo que tiene otro. Cuando tenemos un pronunciado complejo de inferioridad, de inseguridad y de disconformidad con nuestro ser y con todo aquello que tenemos. Lo que tenemos resulta poco. No nos hace feliz. Somos envidiosos cuando nuestras mentes no gozan de pleno estado de salud mental y no somos felices con nuestros logros, porque nunca nos conformamos con lo que nos ha dado la vida; con el sendero que elegimos transitar o con lo que nos ha tocado ser en este mundo en el cual hemos de vivir. Desarrollamos nuestra envidia molestando a otros, deseándoles el mal, riéndonos o regocijándonos cuando al otro le va mal en lo que hace. Algunas personas ya nacen con la característica tan peculiar— pero ampliamente compartida por otras en este mundo— de ser envidiosas. Aunque tratemos muchas veces de ocultarlo, o de eludirlo, ya sea por vergüenza a quedar desprevenidamente descubiertos por aquellos que están en nuestro círculo familiar, de amigos, o en el laboral, ser envidioso es algo detectable. Sentimos envidia cuando vemos que nuestro vecino— por describirlo así, puesto que podría ser tranquilamente una persona allegada— consigue un empleo mejor remunerado que el anterior, aquel en el que durante 10 años no logró progresar— finalmente un día la vida le sonríe, y le regala un golpe de suerte, en recompensa por su incesante búsqueda. Y es entonces cuando, luego 


de un año de haber trabajado jornadas extenuantes y demandantes bajo un estresante círculo vicioso laboral, repunta en su profesión, logra comprarse una modesta casa por medio de un pequeño crédito bancario, y consigue formar una familia. Pero, como si esto fuese poco para la envidia del envidioso, nuestro vecino, además, se desarrolla en un hermoso y sano círculo de personas de iguales características, las cuales sienten que, aunque es poco lo que tienen, Dios o el mundo, o las vueltas de esta vida le han facilitado todo y, agradecidas, han aprendido a valorar lo que con su esfuerzo y devoción han obtenido. Y es por dicha razón, que respetan sus logros y son conscientes de sus limitaciones al igual que el aquí llamado “vecino”. Pero, como si ésto fuera poco para contribuir con la perforación de la úlcera del envidioso , este vecino es solemnemente  aceptado por sus semejantes, querido por sus amigos, compañeros de trabajo, pero es incisivamente y silenciosamente odiado y maldecido por el envidioso, quien siempre estará cerca para decirle: 

“¡Y bueno, en todo no te puede ir bien! ¡Era hora de que te equivocaras! ¡No puede ser que siempre te vaya bien cuando no te lo mereces!”. Es ahí cuando el “vecino” se dará, quizás prematuramente o tardíamente, cuenta de que, la persona que le rodeaba, no es más que un nido de víboras esperando para arremeter contra él y alborozarse de su desdicha y, por lo tanto, decidirá tomar otro camino que lo mantenga alejado de la lengua viperina del envidioso. En la vida, tal como si fuese una prueba necesaria por la que deben pasar los seres humanos, debemos enfrentarnos a varios tipos de envidiosos: tenemos el envidioso hipócrita, que es aquel que siempre festeja lo que hace el otro haciendo una sonrisa de oreja a oreja y soltando carcajadas cuando el otro, sin saberlo, le cuenta de sus logros, de su progreso, de sus planes mediatos e inmediatos, y de su óptima salud mental y física, y el envidioso responde haciendo gestos que, hipócritamente, provoca para mantenerse cerca de la persona. Tenemos el envidioso copión, que es aquel que nos imita pero, sin embargo, todo le sale mal o contrario a sus expectativas. 


Tenemos el envidioso engreído compulsivo, que es aquel que nunca ha logrado nada pero que miente acerca de lo que tiene, compró o adquirió para superar a la otra persona. Tenemos el envidioso curioso, que es aquel a quien solamente le interesa saber todos los pormenores de nuestras vidas; nos pregunta acerca de cómo compramos el auto, por ejemplo, cuánto lo pagamos, de dónde sacamos el dinero, si lo robamos porque le parece imposible que hayamos podido ahorrar para invertir en algo provechoso. Tenemos el envidioso de doble cara y de doble discurso, que es aquel que nos alaba cuando está en compañía nuestra pero que, cuando se va, y visita a otra persona, habla a nuestras espaldas, y crea todo un panorama que no se condice con la realidad de nuestras vidas pero, como si le pareciese poco, le cuenta a la otra persona que somos excremento, y en consecuencia la otra persona incorpora el mismo concepto acerca de nosotros, pero el envidioso, cuando vuelve a nuestro hogar, o al círculo donde nos movemos, nos continúa hipócritamente alabando y pone en práctica el mismo procedimiento empleado con la otra persona. 


Pero, si somos personas inteligentes, no tenemos por qué, ni di qué, ni para qué caer en sus andanzas, entredichos y controversias puesto que todo se magnetiza negativamente sobre nuestros cuerpos y sobre nuestra mente y, por lo tanto, toda nuestra energía positiva se malgasta y se negativiza, como resultado de seguir el mal camino del envidioso. Aprendamos, sigilosamente, a detectar a aquellas personas que sólo quieren nuestra desdicha, nuestro deshonor, nuestro tropiezo y nuestra desaparición como personas buenas, honradas, solidarias, generosas, e innatamente equipadas con un alto potencial de inteligencia, de madurez mental, y de autosatisfacción por lo que somos.














viernes, 13 de mayo de 2011

La vejez



El envejecimiento de la población es un fenómeno relativamente nuevo en la historia de la humanidad. Es un reto que hay que afrontar, en nuestros días es posible llegar a viejos y hay que envejecer correctamente. Sin embargo la vejez se contempla vulgarmente como una realidad que afecta a una parte de la población. Los viejos se configuran como una categoría independiente del resto de la sociedad.
Nos encontramos con distintas concepciones de vejez. Hay una vejez cronológica que en realidad se basa en la edad del retiro del ámbito laboral, entonces decimos que a partir de los 65 años se es viejo.
Existe una vejez funcional que utiliza viejo como sinónimo de incapaz o limitado. Esto es erróneo pues la vejez no significa incapacidad y hay que luchar con la idea de que el viejo es funcionalmente limitado.
La vejez como cualquier otra edad posee su propia funcionalidad, las barreras a la funcionalidad de los ancianos surgen con frecuencia de las deformaciones y mitos sobre la vejez más que de reflejos de deficiencias reales.
Pero si queremos encontrar una concepción de la vejez más equilibrada, podemos reconocerla como una etapa vital, basada en el reconocimiento que el transcurrir del tiempo produce efectos en la persona, la cual entra en una etapa distinta a las vividas anteriormente, semejante a otras etapas vitales como pueden ser la niñez, la adolescencia. La vejez constituye una etapa más de la experiencia humana y por lo tanto puede y debe ser positiva y de desarrollo individual y social.
La Gerontología es de interés para toda las sociedades. Para el que envejece y para el profesional que le ayuda a envejecer correctamente. Se desarrolla como una nueva dimensión de varias ciencias y de varias profesiones, sobre todo en el campo de lo social y de la salud. Cada una define la vejez desde sus puntos de vista y tienden cada vez más a trabajar en equipos interdisciplinarios para trascender lo más posible las perspectivas propias de cada especialización. Solamente con la complementariedad de las diversas disciplinas podremos englobar la totalidad de estos fenómenos y descubrir su unidad y estructura dinámica.
Generalmente tratamos a los viejos como niños, escuchamos sus preocupaciones como pueriles. Sin embargo una buena relación con ellos tendría que permitirles ser mas de lo que expresan de si mismos, porque esto les permitiría vivir la relación que tenemos con ellos como una relación de crecimiento. Otro de nuestros errores en el trato con los mayores es esa tendencia a identificar a los ancianos por lo que han sido o hecho: "empleado jubilado de...", "vivía en...", "tiene tres hijos", etc. De esta manera no reconocemos en ellos la existencia de una gran riqueza todavía por expresarse, es como si en sus realizaciones pasadas se agotara su riqueza existencial.
Nos planteamos la necesidad de lograr una definición de la ancianidad desde el punto de vista del principal interesado, del que está envejeciendo. Para mejorar la calidad de vida de los mayores es necesario comprender qué significa ser viejo, cómo se ven los viejos a si mismos y cómo ven su vida.



La capacidad de establecer una relación de calidad con las personas mayores no es el fruto de técnicas ni métodos, es el reflejo de la calidad de ser de aquel que interviene, al igual que el arte de ser viejo depende del modo como una persona se sitúa frente al devenir personal. La vida se desarrolla expresándose, cada anciano debe encontrar su lugar y su modo de expresión y nuestra ayuda desde la Gerontología debe tener como objetivo favorecer a su devenir personal. Aún en tiempo de vejez, el crecimiento personal es posible, porque la personalidad puede aún encontrar cómo expresarse y es la relación interpersonal la que ofrece la posibilidad de comunicación y está en nosotros ofrecerles el terreno donde desarrollarse.
Cuando el adulto mayor llega a nosotros, es importante mantener varias entrevistas que nos permitan aproximarnos a su realidad.,conocer su relación con su familia, comunidad y entorno.
Es fundamental saber con cuanto capital social y relacional cuenta. Recordemos que en la vejez hay un empobrecimiento de la calidad y cantidad de los miembros de la red social ,y que la competencia socio-afectiva y cognitiva está relacionada con estas redes familiares y sociales que la facilitan y potencian. Y está en nosotros armar las estrategias necesarias que le permitan recuperar esas competencias que le darán una mejor calidad de vida.
Está en nosotros ofrecer nuevos modos de participación social, revalorizar las redes familiares y sociales que los arrancarán del anonimato y fortalecerán su identidad.













 

jueves, 12 de mayo de 2011

Ser sincero


La sinceridad.

“Manifiesta, si es conveniente, a la persona idónea y en el momento adecuado, lo que ha hecho, lo que ha visto, lo que piensa, lo que siente, etcétera, con claridad, respeto a la situación personal o a la de los demás.”
Para muchas personas, la sinceridad, no significa tener en cuenta las palabras “si es conveniente” y “a la persona idónea y en el momento adecuado”. Para que la sinceridad tenga sentido no puede tratarse de una comunicación al azar. La persona tiene que reconocer su propia realidad y poseerla en cierto grado, para luego comunicarla, de acuerdo con su discernimiento. Concretamente, la sinceridad debería ser gobernada por la caridad y por la prudencia.
¿Alguna vez has sentido la desilusión de descubrir la verdad?, ¿esa verdad que descubre un engaño o una mentira?, seguramente que si; la incomodidad que provoca el sentirnos defraudados, es una experiencia que nunca deseamos volver al vivir, y a veces, nos impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de nuestras desilusión.
Pero la sinceridad, como las demás virtudes, no es algo que debamos esperar en los demás, es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de confianza...
La sinceridad es una virtud que caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.
Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad, esto que parece tan sencillo, a veces es lo que cuesta más trabajo. Con aires de ser “francos” o “sincero”, decimos con facilidad los errores que cometen los demás, mostrando lo ineptos o limitados que son.


Pero no todo esta en la palabra, también se puede ver la sinceridad en nuestras actitudes. Cuando aparentamos lo que no somos, (normalmente es según el propósito que se persiga: trabajo, amistad, negocios, círculo social...), se tiene la tendencia a mostrar una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de buenas costumbres... En este momento viene a nuestra mente el viejo refrán que dice. “dime de que presumes... y te diré de que careces”.
Cabe enfatizar que “decir” la verdad es una parte de la sinceridad, pero también “actuar” conforme a la verdad, es requisito indispensable.
El mostrarnos “como somos en realidad”, nos hace congruentes entre lo que decimos, hacemos y pensamos, esto se logra con el conocimiento y la aceptación de nuestras cualidades y limitaciones.
Ser sincero, exige responsabilidad en lo que decimos, evitando dar rienda suelta a la imaginación o haciendo suposiciones.
Para ser sincero también se requiere “tacto”, esto no significa encubrir la verdad o ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos decirle a una persona algo que particularmente pueda incomodarla principalmente debemos ser conscientes que el propósito es “ayudar” o lo que es lo mismo, no hacerlo por despecho, enojo o porque “nos cae mal”, eso tiene otro nombre, y no es el de sinceridad, aunque lo que digas no falte a la verdad. Hay que encontrar el momento y lugar oportunos, esto último garantiza que la persona nos escuchará y descubrirá nuestra buena intención de ayudarle a mejorar.
En algún momento la sinceridad requiere valor, nunca se justificará el dejar de decir las cosas para no perder una amistad o el buen concepto que se tiene de nuestra persona. La persona sincera dice la verdad siempre, en todo momento, aunque le cueste, sin temor al que dirán.
Al ser sinceros aseguramos la amistad, somos honestos con los demás y con nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza por la veracidad que hay en nuestra conducta y nuestras palabras. A medida que pasa el tiempo, esta norma se debe convertir en una forma de vida, una manera de ser confiables en todo lugar y circunstancia.


“La sinceridad y la humildad son dos formas de designar una única realidad”
Para ver la realidad de tal modo que sirva de base para una progresión personal, hace falta distinguir entre lo importante y lo secundario. Si la persona no quiere mejorar, si entiende la vida como una condición en que puede encontrar el placer y no le incumbe ningún esfuerzo de mejora en función de la finalidad última por la cual ha sido creado, distinguir entre lo importante y lo secundario no vale la pena.
La orientación podría venir por ver lo que es:
1.- Distinguir entre hechos y opiniones.
2.- Distinguir entre lo importante y lo secundario.
3.- distinguir a quién se debería contar qué cosas.
4.- Distinguir el momento oportuno.
5.- Explicar por qué.

La educación de la sinceridad básicamente supone la educación del tacto, de la discreción y de la oportunidad. Porque ser sincero no consiste en decir todo a todos y siempre.
El discernimiento será, como siempre, nuestra herramienta fundamental para dar sentido a esta virtud.

miércoles, 11 de mayo de 2011

5 consejos para ser más inteligent


1/

Alimenta equilibradamente tu cuerpo. Las habilidades cognitivas se ven favorecidas cuando el organismo se encuentra equilibrado: una alimentación adecuada a tu tipo de actividad y a tu edad es clave para incorporar la energía psicofísica que se aplicará al desarrollo integral de tu inteligencia.
 

2/

Ejercítate en la ejecución de algún instrumento musical. Favorecerás la coordinación de movimientos tanto físicos como mentales, producto de una estimulación no alterada de tus neuronas y el entrenamiento en el ritmo. Además, notarás el beneficio de la relajación de tensiones profundas y el desarrollo de la sensibilidad emocional, canalizadas a través de la expresión artística.
 

3/

Entrénate en el desarrollo de tu memoria operacional: realiza cotidianamente cálculos aritméticos aumentando paulatinamente su complejidad o amplitud, recuerda los nombres y rubros de las tiendas que se encuentren en el recorrido de tu casa hacia tu trabajo, reconstruye mentalmente los pasos para elaborar una receta, o los procedimientos para poner en funcionamiento alguna maquinaria. El entrenamiento mental sostenido mejorará tu capacidad de resolución de problemas, y hasta podrá incrementar tu conciente intelectual.
 

4/

Almacena estructuradamente la información en tu memoria. Por ejemplo: no memorices un número telefónico, repitiéndolo hasta el cansancio. Por el contrario, intenta visualizarlo asociándolo a otros elementos (semejanzas con fechas que recuerdes, sonidos semejantes a los del nombre del dueño, el "dibujo" de los números, los movimientos de tus dedos cuando lo marcas en la botonera del teléfono).
 

5/

Realiza actividad física con regularidad. El establecimiento de rutinas de actividad física placentera favorece la oxigenación, proveyendo al cerebro un plus energético muy estimulante. Además, investigadores californianos que exploran actualmente en neurogénesis, postulan que el ejercicio aeróbico favorecería el desarrollo de nuevas células cerebrales.
 






Ser sencillo


Ser sencillo no es nada sencillo en este mundo cada vez más compleja.
Ser sencillo requiere autoconocimiento, para poder disolver todas la complejidades que nos encadenan y nos impiden sentir la vida tal como es, sencilla y hermosa.
 

El ser sencillo, es aquel que no necesita nada extraordinario para poder sentirse vivo y feliz, con su sencillez y presencia todo lo ordinario lo va transformando en extraordinario .
Para un ser sencillo, vivir la vida se convierte en una aventura , sabe que en cada momento todo lo que necesite lo podrá encontrar dentro.
El ser sencillo va aprendiendo a aceptar todo lo que hay en cada momento, y sacar siempre algo creativo de ello. No lo hace bajo ninguna presión , no es sumiso. Tiene su propia inteligencia, la única y autentica inteligencia, que la cual lo va descubriendo en su interior. Sabe, que intentar aclarar lo difuso complica cada vez más el aclarado. Sabe, que es mejor dejar que las partículas se relagen y se caigan al fondo por su propio peso.
 

El ser sencillo, no es aquel que siempre dice que si por quedarse bien. No es aquel que baja la cabeza cuando le dan una limosna. No es aquel que vive en una cueva con arapos y en condiciones sobre humanas , intentando escapar del mundo o de si mismo.
Ser sencillo aunque los complejos lo mal interpreten, no significa ser pequeño, comformista, y apagado.
El ser sencillo es todo lo contrario, es un emperador de su inmenso imperio interior, no necesita conquistar ningún otro imperio para sentirse útil, o valeroso . Descubrir su propio imperio le consume todo su tiempo. Su manera de vivir es compartir todo lo que va descubriendo. Su vida va tomando forma, los colores son más intensos , lo que antes parecía muerto se le va resucitando.









lunes, 9 de mayo de 2011

La solidaridad

La solidaridad nace del ser humano y se dirige esencialmente al ser humano.
La verdadera solidaridad, aquella que está llamada a impulsar los verdaderos vientos de cambio que favorezcan el desarrollo de los individuos y las naciones, está fundada principalmente en la igualdad universal que une a todos los hombres. Esta igualdad es una derivación directa e innegable de la verdadera dignidad del ser humano, que pertenece a la realidad intrínseca de la persona, sin importar su raza, edad, sexo, credo, nacionalidad o partido.
La solidaridad trasciende a todas las fronteras: políticas, religiosas, territoriales, culturales, etc. Para instalarse en el hombre, en cualquier ser humano, y hacer sentir en nuestro interior la conciencia de una “familia” al resto de la humanidad.
La solidaridad implica afecto: la fidelidad del amigo, la comprensión del maltratado, el apoyo al perseguido, la apuesta por causas impopulares o perdidas, todo eso puede no constituir propiamente un deber de justicia, pero si es un deber de solidaridad.
Un análisis del concepto del valor de la solidaridad nos ofrece los siguientes componentes esenciales:


1º Compasión: porque la solidaridad es un sentimiento que determina u orienta el modo de ver y acercarse a la realidad humana y social, condiciona su perspectiva y horizonte. Supone ver las cosas y a los otros con los ojos del corazón, mirar de otra manera. Conlleva un sentimiento de fraternidad, de sentir la empatía por el dolor de los otros.
2º Reconocimiento: no toda compasión genera solidaridad, sólo aquella que reconoce al otro en su dignidad de persona. La solidaridad así tiene rostro, la presencia del otro demanda una respuesta.
3º Universalidad: “La desnudez del rostro”, la indefensión y la indigencia es toda la humanidad y simboliza la condición de pobreza de esfera intimista y privada.
  
¿Qué entendemos por solidaridad?
Su concepto ha experimentado un proceso de transformación que se refleja en todos sus ámbitos. Para algunos es la reivindicación de derechos fundamentales y para otros sólo una actitud de piedad centrada en la limosna y en la asistencia.
¿Por qué solidaridad?
Solidaridad, porque es lo justo, porque todos vivimos en una sociedad, porque todos necesitamos de todos, porque todos estamos juntos en este barco de la civilización; porque somos seres humanos, iguales en dignidad y derechos.











¿Ser malo o bueno?


No hay casi ninguno de nosotros que no se haya hecho la pregunta: "¿No es mejor ser malo?". Casi cada uno de nosotros ha tenido la sensación de que éramos un poco blandos.
No nos gustaba montar en cólera contra algún ser humano y hacerle sentirse mal. Nos hemos dicho:
"Conviene que seamos más duros. Conviene que demos una imagen más altanera; nos conviene saber cuándo gruñir, saber cuándo enseñar las uñas".
Y probablemente alguna que otra vez puede que nos hayamos marchado después de haberle prestado a alguien cinco dólares o algo así, y hayamos dicho:
"¿Cuándo voy a aprender a ser duro? ¿Cuándo voy a aprender a no ser tan sentimental y simplemente hacerle frente a ese niñito y decir `¡No!'? ¿Cuándo voy a aprender esto?"
El lema sobre el que se basa esto es:
"¿No es mejor ser malo de vez en cuando? ¿Cuándo voy a dejar de ser blando y voy a ser una persona dura, directa y capaz de decir no? Sería un gerente mucho mejor. Sería una persona mucho mejor si supiera cuándo dar una reprimenda con un poco de violencia verbal. Si de vez en cuando simplemente pudiera saber cuándo debería ser malo, y si estuviera dispuesto a ser malo, ¿no estaría bien eso? Debería ser capaz de sacar a la gente ahí fuera y sencillamente quitarla de en medio. ¿No hay algo de razón en ser duro?".


Se pueden encontrar momentos en que la persona sabe que debería haber sido más dura: está segura de ello.
Pero una serie de procedimientos de asesoramiento espiritual muy reveladores de Cienciología demuestra que la persona que está dispuesta a confrontar otras cosas nunca tiene que decir no; nunca tiene que ser mala; nunca tiene que ser dura en absoluto (y con confrontar las cosas, queremos decir hacer frente a las cosas sin acobardarse ni evitarlas).
Está perfectamente bien ser amable con la gente. No es una debilidad en absoluto. De hecho, si no lo eres, estás en un buen aprieto.
Podríais decir que las únicas ocasiones a causa de las cuales estás padeciendo son esas ocasiones en las que no fuiste lo suficientemente amable, en las que no fuiste lo bastante bondadoso y en las que no fuiste lo bastante "no-malo". Ésas son las únicas ocasiones por las que realmente estás padeciendo.
No es cierto que ser malo haga que alguien progrese en ninguna parte. Eso realmente se atiene a los hechos.
Cuando le niegas a tu prójimo -dices: "No"; dices: "Sé malo"; dices: "Sé muy tajante"-, la verdad del asunto es que le estás negando comunicación, de una manera u otra.


Lo único sobre lo que deberías ser duro alguna vez es en insistir en que el prójimo debería ser capaz de valerse por sí mismo, también. Y la única manera en que le comunicarás eso alguna vez en la vida es comunicárselo con mucha delicadeza. Entonces es posible que lo reciba.
Ser malo es simplemente dejar de estar en comunicación con las cosas .
Al individuo que es bondadoso, que es buena persona y que de hecho se comunica y que es amable y que no es reacio a la conversación, a decir esto y a hacer aquello, que es tolerante, vemos que le va estupendamente.
Pero el tipo que es malo y que tiene malas pulgas y que siempre está cortando las comunicaciones en todo momento, vemos que está en un buen aprieto.
Por lo tanto, un estándar de comportamiento humano óptimo se mediría basándose en la bondad humana como el punto superior y la maldad humana como el punto más bajo.
Así que sabemos la respuesta, al fin, sobre si deberías haber sido malo todas esas veces o si deberías haber sido más bondadoso: deberías haber sido más bondadoso.