Hay perros que saben ayudar a las personas discapacitadas, a las que se recuperan de una enfermedad, que ayudan a calmar el estrés, que acompañan en la soledad...Son claros ejemplos innegables de que tienen un rol esencial, casi "vital" en la vida de determinadas personas.
En muchos casos, se ha demostrado que el animal puede ejercer un papel de terapia sobre su dueño. A veces, la intensidad de la relación animal-persona puede sobrepasar los límites de la complicidad, y por eso los investigadores y los médicos recomiendan mucha prudencia.
Al hablar de los perros terapéuticos debemos tener cierta prudencia y ser rigurosos; dándonos cuenta de que puede pasar un tiempo hasta que los beneficios del animal se manifiesten. Algunas asociaciones han llevado a cabo una campaña a nivel nacional, en la que se ha introducido a los perros en la vida de las residencias geriátricas. Los principales protagonistas del proyecto son los ancianos, los directores y el personal trabajador de las residencias. Se introdujeron perros en las residencias, y se formó al personal con el fin de tratar con ellos de manera adecuada.
La aportación moral que los animales ofrecen a las personas de edad avanzada es notable. Una encuesta llevada a cabo por alguna de estas asociaciones ha puesto de manifiesto los beneficios de la presencia canina: el afecto prodigado, el sentimiento de utilidad que despierta el perro en las personas, el contacto que suscita entre ancianos que suelen tener tendencia al egocentrismo, etc.
Al lado de un perro los ancianos toman una actitud más vigilante; suelen aspirar a una mayor autonomía y movilidad. La persona mayor suele centrarse en ella misma, y el perro es una ayuda para salir de ese encasillamiento. Le permite discutir y hacer contacto social. En algunas residencias geriátricas donde la media es de 85 años, se han introducido una quincena de perros. Los animales conviven con los ancianos y se utilizan para realizar talleres conjuntamente, que ayudan a facilitar la memoria, fijar la atención e intentar recuperar la capacidad de concentración. Se habla también de una "terapia facilitada por el animal". Los ancianos suelen ser personas desorientadas, pero la presencia de los perros les ayuda a mantenerse despejados y, por otra parte, suscitan en ellos nuevas emociones.
El perro guía es reconocido como perro de asistencia; sin embargo, la relación que mantiene con su dueño sobrepasa esta definición muy a menudo. Su función es la de un verdadero estímulo con efectos muy beneficiosos.El perro guía es reconocido como perro de asistencia; sin embargo, la relación que mantiene con su dueño sobrepasa esta definición muy a menudo. Su función es la de un verdadero estímulo con efectos muy beneficiosos.
En el caso de los niños con discapacidades, también son muchos los perros que se educan con el fin de prestarles asistencia. A su lado, los niños desarrollan una fuerte voluntad de progreso, y se llega a establecer entre ambos una verdadera relación de afecto. El animal llega a cambiar la vida del niño por completo, le ayuda a superar los obstáculos cotidianos y le tranquiliza. La relación entre el niño y el perro se establece con mucha facilidad, porque el animal se acostumbra muy rápidamente a las necesidades de sus jóvenes dueños. La relación supone una gran ayuda para los niños con discapacidades y les ayuda a salir de su aislamiento; en estas relaciones, el perro también tiene una relación de mediador.
Los ejemplos que citamos no son los únicos: los perros también son de gran utilidad a la hora de atender a niños autistas, adolescentes con problemas, a jóvenes delincuentes, etc.
Para terminar, debemos dejar claro que el pero no tiene facultades para curar, y debemos por tanto, olvidarnos de que la presencia del animal pueda sustituir a los medicamentos. En ciertas situaciones, el perro puede ser de gran ayuda, puede calmar, ayudar a aliviar tensiones nerviosas y angustias, ofrecer confianza o ayudar a valorar más positivamente la vida. Como indica Manuel Núñez, un neuropsiquiatra entendido en el tema, "el animal nos hace bien porque despierta en nosotros emociones estimulantes, tranquilizadoras, y esto nos proporciona una sensación de afecto muy puro". En la conferencia Internacional de Ginebra de 1995 se llegó a las mismas conclusiones. "El animal no es un terapeuta, ni un psicólogo, y aún menos un psiquiatra. Pero en cambio, es un gran apoyo frente a la fobia y la angustia.
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