lunes, 23 de mayo de 2011

Persona manipuladora y mentirosa

 
 
Hay una pregunta, o quizás preocupación, que he hallado con relativa frecuencia: "¿el psicólogo manipula a sus pacientes?".

Mi respuesta nunca se hace esperar: "¿Qué entiendes por manipular?".

Las definiciones que he escuchado son muchas, probablemente demasiadas, por eso, prefiero reflexionar desde mi propio arsenal de conceptos prácticos: manipular indica la acción consciente de una persona sobre otra con el fin de que ésta última haga aquello que nos interesa pasando por encima de los intereses de los otros.


Siendo más específica: la manipulación implica un esfuerzo consciente de la persona que desea manipular y entraña un beneficio claro para el manipulador en detrimento de los intereses del manipulado. Entonces... que tire la primera piedra aquel que nunca ha manipulado.

En mayor o menor medida probablemente todos hemos manipulado en nuestra interacción con los demás. El concepto es tan amplio que la manipulación podría abarcar desde un discurso muy elaborado (no puedo evitar hacer una asociación con las arengas políticas) hasta una sola palabra expresada en el momento preciso con el tono y la inflexión de voz exacta.

Pero hay personas que van más allá de una manipulación puntual y adoptan la manipulación como su estilo relacional por excelencia. Evidentemente, hago referencia a los que conocemos en el lenguaje popular como: "manipuladores".

 
Estas personas se relacionan con los otros a través de la manipulación, es su estilo y probablemente no sabrían o no desean relacionarse de otra forma. Pero más allá de la representación popular que nos presenta al "manipulador" como una persona que controla sus sentimientos para lograr sus objetivos y que sabe manejar las más diversas situaciones para sacarle provecho; desearía acercarme a la otra faceta del manipulador, ahondar en las diferentes motivaciones que conducen a una persona a comportarse de tal manera.

Acerquémonos a la verdadera psicoanatomía (permítaseme el neologismo) de un manipulador:

- Las personas que necesitan manipular para lograr sus objetivos usualmente presentan una baja autoestima: creen que no son lo suficientemente importantes o capaces como para conseguir lo que desean por las vías convencionales, sustentándose en argumentos lógicos y a partir del diálogo constructivo. De esta manera asumen la manipulación como una estrategia para lograr sus propósitos a partir del chantaje emocional (técnica preferida).

 
- Gran inseguridad personal. Muchas de estas personas son "adictas" a manipular solo por el hecho de vivenciar la experiencia de poder una vez que han logrado su objetivo. Como son personas que no confían en sus capacidades, continuamente necesitan reafirmarse y la forma que encuentran es "someter" a las otras personas a su chantaje. Controlar el medio les brinda una falsa sensación de seguridad.

- Desconocimiento sobre el cómo lograr sus objetivos prefiriendo que se esfuercen los otros en vez de tomar ellos mismos la responsabilidad. La persona manipuladora tiene metas relativamente claras pero no sabe cómo llegar a ellas a través de estrategias diversas porque no asume responsabilidades ni está interesado en asumirlas. Le resulta más sencillo poner la responsabilidad y la eventual culpa del posible desastre en los otros.

Probablemente el manipulador por excelencia sea el histérico víctima. Cuando se hace referencia al trastorno de personalidad histriónico siempre se piensa en el prototipo de mujer excesivamente maquillada, vestida para feria de carnaval y que desea llamar la atención de forma aparatosa pero... existe otro extremo, radicalmente opuesto. Son personas que demandan una atención constante, desean ser el centro del espectáculo pero asumen técnicas manipuladoras muy sutiles, normalmente asumiendo el rol de enfermos o de personas sufridas. Desde estas actitudes aparentemente desinteresadas y lastimosas el manipulador va creando su tela de araña donde caen todas las personas de "buen corazón"; de hecho, habría que tener muy "malos sentimientos" para no sucumbir ante los reclamos (que nunca son reclamos en toda regla sino encubiertos), de una "pobre señora enferma que ha tenido tan mala suerte en su vida".

Así, en muchas ocasiones el manipulador tiene su gran dosis de malsana responsabilidad pero cada vez que uno de nosotros lo secunda, estamos asumiendo el correspondiente porcentaje de responsabilidad por ceder ante las manipulaciones. La mayoría de los comportamientos se muestran porque existen personas que los aceptan o toleran. Así, muchas veces nos convertimos en cómplices de la manipulación porque no sabemos cómo enfrentar a un manipulador; si bien, en algún que otro momento, también asumimos ese rol.

Entonces, poniendo punto final, ¿queda respondida la pregunta que da inicio al artículo? 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario